(¿Barrachina?, T., ca. 1561 – Madrid, 6-VIII-1631). Compositor, cantor y tañedor de guitarra y tiorba.
Fue amigo íntimo de Lope de Vega, a quien debemos las primeras noticias
sobre su origen gracias al Elogio en la muerte de Juan Blas de Castro
que publicó, con toda probabilidad, nada más morir el músico y que fue
recogido póstumamente en La Vega del Parnaso (1637). En él, Lope llama a
Juan Blas, famoso aragonés y recuerda su estrecha y vieja amistad desde
las verdes juventudes de ambos en Alba de Tormes, lo que hace suponer
que eran coetáneos. Basándose en el Elogio…, Francisco Asenjo Barbieri
ofreció la primera biografía del músico en La Gaceta Musical
Barcelonesa (1863-1864) y, posteriormente, localizó su partida de
defunción, testamento, inventario y otros documentos que le vinculaban
estrechamente a la localidad de Barrachina, en Teruel, donde poseía a su
muerte una heredad y un esclavo negro que cuidaban su hermano y su
sobrino, Antonio Blas y Pascual Blas. En otra población cercana a
Barrachina, Villadoz, vivía asimismo una hermana suya, Catalina Blas.
Establecido, pues, el origen aragonés de Juan Blas, Barbieri realizó una biografía mucho más completa que ha permanecido inédita hasta hace bien poco.
El
documento más antiguo que se ha conservado de Juan Blas de Castro data
de 1592. Se trata de un recibo que nuestro músico firma en Alba de
Tormes por treinta reales que le concede su señor el duque de Alba para
cuerdas de biguela. Ello atestigua que Juan Blas, que tendría entonces
treinta años cumplidos, servía como músico de cámara a don Antonio
Álvarez de Toledo, V duque de Alba, al menos desde el 1 de agosto de
dicho año, fecha en que éste firma la libranza. En Alba de Tormes, Juan
Blas cantaba, tañía y ponía música a los versos de Lope de Vega,
gentilhombre de cámara del duque, iniciando así una colaboración y una
amistad que durarán toda la vida. En el ambiente bucólico e ideal de
Arcadia, escrita por estos años, Lope pone en manos de Brasildo (= Juan
Blas) una vigueta de arco, que podía ser el instrumento con que servía
al duque en la vida real. Sin embargo, en 1605 aparecerá documentalmente
tañendo la tiorba; Suárez de Figueroa le colocará expresamente entre
los músicos de guitarra en su Placa Universal… (1615); y, entre los
objetos dejados a su muerte, se cuentan tres guitarras, más un mazo de
cuerdas para este instrumento; por todo lo cual es más probable que el
término viguela del recibo de 1592 designe, como ya es frecuente en esta
época, una verdadera guitarra, y que la vihuela de arcode Arcadia sea una mera alegoría.
No
sabemos nada de Juan Blas antes de su aparición en Alba de Tormes. Es
probable que estuviera al servicio de algún noble aragonés como músico
de cámara y que fuera reclutado por don Diego de Toledo, hermanastro del
duque de Alba y amante de las artes, durante su estancia en Zaragoza a
finales de 1591 y principios de 1592, de donde partió para trasladarse a
la corte ducal de Alba de Tormes; pero es solamente una hipótesis.
Cuando
Lope de Vega regresa a la corte, debió de arrastrar consigo a su amigo
el músico, pues en La bella malmaridada de aquél, fechada en Madrid el
17 de diciembre de 1596, aparece Juan Blas cantando composiciones suyas
junto a otros músicos, al servicio todos del príncipe, el futuro Felipe
III:
« …………………….
los músicos de Su Alteza,
…………………….
cantan y dan dulce guerra,
llevando el cielo en compás,
a los tonos de Juan Blas,
que es un ángel en la tierra
…………………….»
En
1597 es nombrado con otros cuatro compañeros músico de cámara de Felipe
II, sin plaza pero con una ración. Muerto el monarca en 1598, Felipe
III les hace merced de un vestido anual sobre la ración y, por fin, el
15 de junio de 1599, durante la estancia del séquito real en Barcelona,
entran a formar parte de la casa del rey con plenos derechos y con un
sueldo anual de treinta mil maravedíes. A Juan Blas se le concede
además, el mismo día, una plaza de ujier de cámara que importaba al año
cuarenta y tres mil ochocientos maravedíes, lo que parece indicar que
gozaba de primacía sobre sus compañeros. Esto se hace más evidente aún
por el testimonio que tenemos sobre su participación en las fiestas de
junio de 1605, cuando la corte residía en Valladolid, donde aparece: «
Juan Blas, músico de la cámara de Su Magestad, con su teoría, y los
demás músicos de cámara, sus compañeros, con guitarra; cantaron a tres y
a cuatro voces admirables tonos, al fin, como de Juan Blas…»
Nuestro
músico actuaba, sin duda, como maestro de los músicos de cámara, y sus
tonos eran celebrados en el ambiente cortesano. El favor que le
dispensara Felipe III debió de ir en aumento, ya que en 29 de agosto de
1618 le concedió dos mil ducados (equivalentes a veinticinco años de
sueldo como músico de cámara) a cobrar en años sucesivos, aunque de
ellos percibió sólo una mínima parte. En 1619 acompañó al monarca y
príncipes a Portugal, a raíz de lo cual debió de concedérsele la plaza
de músico de cámara de Portugal, «sobresueldo» que podemos situar en
setenta y cinco mil maravedíes anuales (pagados en reales de plata)
provenientes de las rentas que el vecino reino suministraba a la Corona
de Castilla y que, como se ve, superaba el importe de las plazas de
músico y ujier de cámara juntas.
Con la subida al trono de Felipe
IV (1621), la música vocal profana, esto es, la música de cámara
propiamente dicha, experimentó un mayor auge en la corte. Compositores
como Mateo Romero, maestro de la real capilla, Gabriel Díaz, Álvaro de los Ríos, Manuel Machado y Miguel de Arizo, junto al veterano Juan Blas de Castro,
proveían de tonos a la casa real para las veladas de cámara. Una
antología de estos tonos a dos, tres y cuatro voces fue el cancionero
que confeccionó Claudio de la Sablonara (1624-1625),
copista de música del monarca, gracias al cual nos han llegado dieciocho
de las veinte composiciones conservadas de Juan Blas.
Tras
veinticinco años de residencia fija en Madrid, murió Juan Blas el 6 de
agosto de 1631 en su casa de la calle del Baño (hoy Ventura de la Vega),
y fue enterrado en los agustinos recoletos. Dejó setecientos sesenta y
un tonos en papeles sueltos, un librillo de tonos, un libro grande de
tonos (estos dos últimos quizá no fueran debidos a su pluma), tres
guitarras y un mazo de cuerdas para este instrumento. Felipe IV ordenó
dar seiscientos reales para ayuda de su entierro. A cambio, se quedó con
todas las composiciones de su músico de cámara, que irían a parar al
real alcázar, donde perecerían en el incendio de 1734.
El
prestigio alcanzado por Juan Blas de Castro en su época fue enorme. Lope
de Vega, amigo incondicional, le menciona en sus cartas cuatro veces y
en las obras siguientes: La bella malmaridada (1596), Arcadia (1598),
Los amantes sin amor (ca. 1600-1603), El caballero de Illescas (ca.
1602), El peregrino en su patria (1604), La Jerusalén conquistada
(1609), El acero de Madrid (ca. 1608-1612), Pastores de Belén (1612) La
Filomena (1621. Epístolas II y VIII), La Circe (1624. «La prudente
venganza»), La Dorotea (1632) y La Vega del Parnaso (1637. «Elogio en la
muerte de Juan Blas de Castro»). También le elogian los autores que
siguen: Cristóbal Suárez de Figueroa, Plaza Universal de todas ciencias y
artes (1615); Antonio Hurtado de Mendoza, El examinador Miser Palomo
(1617) y Fiesta que se hizo en Aranjuez… (1623); y Tirso de Molina,
Cigarrales de Toledo (1621). Aunque las composiciones de Juan Blas
estaban destinadas al ámbito restringido de palacio, donde también
cantaba y tañía como los demás músicos de cámara, el público madrileño
pudo admirar una parte de su producción a través del teatro. Así parecen
confirmarlo Lope de Vega en Los amantes sin amor y Tirso de Molina en
Cigarrales de Toledo. El primero pone en boca de un galán en cierto
momento de la comedia: «Vaya otra cosa, / y sea tono de Juan Blas». El
segundo da cuenta del estreno de El vergonzoso en palacio, y afirma: «No
pongo aquí… las letras, bailes y entremeses…; baste, para saber que
fueron excelentes, el dar por autores de los tonos a Juan Blas, único
en esta materia, a Álvaro, si no primero, tampoco segundo, y al
licenciado Pedro González…»
La música de Juan Blas, como toda
la producción profana de finales del siglo XVI y primer tercio del siglo
XVII, tiene carácter de transición. Por una parte, se halla muy ligada a
la canción polifónica y al madrigal de mediados del
siglo XVI, con un concepto armónico-tonal tradicional heredado de la
polifonía clásica. Por otra en cambio, se encuentran en ella rasgos que
la emparentan con el nuevo estilo barroco: predominio del estilo
homofónico vertical sobre el contrapunto horizontal;
una polarización evidente en muchos casos entre la línea melódica y el
bajo acompañante, convertido, de hecho, en bajo continuo en los pasajes a
solo y a dúo, empleo más libre de la disonancia; utilización de la
séptima de dominante como acorde con entidad propia, y de la séptima de
sensible como recurso expresivo en ciertos puntos cadenciales. Muchas
fórmulas melódico-rítmicas empleadas por Juan Blas prefiguran con toda
claridad el tono humano de la segunda mitad del siglo XVII.
Fuentes: Enciclopedia Aragonesa
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